La antropología latinoamericana enraíza en la
escuela culturalista estadounidense de Boas. Uno de sus alumnos, Manuel Gamio,
fundó la tradición antropológica mexicana, y el mismo Boas dio clases en ese
país.
Su desarrollo como disciplina científica en casi
todos los países del subcontinente está ligada con la actividad estatal. De
hecho, en el período comprendido aproximadamente entre los años1930 y 1970, en muchos países de
América Latina se fundaron instituciones antropológicas paraestatales que
tenían la función de planificar y desarrollar programas de desarrollo dirigidos
a la integración de los indígenas en la sociedad nacional.
Posteriormente, durante la década de 1960 y hasta
1980 aproximadamente, la antropología iberoamericana recibió una fuerte
influencia del marxismo, que se convirtió en la corriente dominante en muchas
de las instituciones formadoras de los antropólogos iberoamericanos. El avance
de la teoría marxista en la antropología de la región puso el énfasis de la
investigación social en cuestiones relacionadas con el subdesarrollo, las comunidades campesinas,
la cuestión indígena y su exclusión con respecto al resto de la
sociedad. Al mismo tiempo, los antropólogos volvieron la mirada a la ciudad,
interesados en el fenómeno de la rápida urbanización que se vivía en países
como Argentina, Brasil, México y
el Perú;
proceso que iba acompañado de un deterioro en las condiciones de vida de las
familias citadas de primera generación.L
La antropología en tiempos modernos
Antes de la Segunda Guerra Mundial la
antropología social británica y la antropología cultural estadounidense
mantenían posturas diferentes sobre su método y concepción de la antropología.
Tras la guerra, se acercarían hasta crear una antropología sociocultural.
En los años 1950 y la mitad de la década siguiente
la antropología tendió a modelarse siguiendo la ciencia natural. Algunos,
como Lloyd Fallers o Clifford
Geertz, se concentraron en los procesos de modernización a través de
los cuales se desarrollarían los nuevos Estados independientes. Otros,
como Julian Steward o Leslie White estudiaron
la forma en que las sociedades evolucionan sobre su ambiente ecológico —una idea
popularizada por Marvin Harris—.
La antropología económica, influenciada
por Karl Polanyi y desarrollada por Marshall
Sahlins y George Dalton resaltaron
las debilidades conceptuales de la economía tradicional
para abordar los mecanismos de explotación y distribución de los bienes en las
sociedades precapitalistas. Acusaban que las teorías ortodoxas ignoraban los
factores culturales y sociales en estos aspectos de la esfera económica social,
y que por tanto, sus preceptos no eran universales. En Inglaterra, el paradigma
de la Sociedad Británica de Antropología fue escindido cuando Max Gluckman y Peter Worsley se
inclinaron hacia el marxismo. Lo mismo ocurrió en el momento que Rodney
Needham y Edmund Leach incorporaron
el estructuralismo de Lévi-Strauss a su análisis antropológico (por ejemplo, en
la obra Cultura y comunicación... del primer autor).
El estructuralismo también
influyó en ciertas investigaciones en los años sesenta y setenta, incluyendo
la antropología cognitiva y el análisis
de componentes. Autores como David Schneider, Clifford
Geertz, y Marshall
Sahlins elaboraron un concepto más laxo de la cultura como red
de símbolos y significados, la cual se volvió muy popular dentro y fuera de la
disciplina. Adaptándose a su tiempo, ciertos grupos de antropólogos se
volvieron más activos en política, sobre todo tras la guerra de independencia argelina y su
oposición a la guerra de Vietnam. En ese contexto, el marxismo se
volvió uno de los enfoques más difundidos en la disciplina.
En la década de los años 1980 la
cuestión del poder —analizada por Eric Wolf en Europa
y los pueblos sin historia— fue central en la disciplina. Libros como Anthropology
and the Colonial Encounter consideraron los vínculos entre la
antropología y la inequidad colonial, al tiempo que la amplia popularidad de
teóricos como Antonio Gramsci y Michel
Foucault llamaron la atención hacia los temas del poder y la
hegemonía. El género y la sexualidad se convirtieron en temas centrales. Lo
mismo ocurrió con la relación entre historia y antropología, relación analizada
por Marshall Sahlins, que llevó a Lévi-Strauss y Fernand
Braudel a examinar la relación entre la estructura social y el
agente individual.
A finales de los ochenta autores como George Marcus y Clifford
Geertz cuestionaron la autoridad etnográfica, particularmente
en el cómo y el por qué es posible el conocimiento y la autoridad de la
antropología. La crítica de estos autores se centra en la supuesta
«neutralidad» de los etnógrafos. Forma parte de la tendencia posmodernista contemporánea.
En los últimos años (1990–2006) los antropólogos han prestado más atención a la
medicina y biotecnología, la globalización, los derechos indígenas y la
antropología urbana. Es importante señalar que, en especial, los dos últimos
temas (derechos indígenas y antropología urbana) se encontraban presentes en la
discusión antropológica de los países latinoamericanos. Como ejemplo tenemos el
análisis de la cultura de la pobreza, emprendido por Oscar Lewis en
la ciudad de México en la década de los cincuenta, y los trabajos de la
corriente indigenista latinoamericana surgida a partir de la década de 1930 y
que concluye con el México profundo de Guillermo Bonfil.
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