Nacimiento institucional de la antropología.
Se considera que el nacimiento de la antropología
como disciplina tuvo lugar durante el Siglo de las
Luces, cuando en Europa se realizaron los primeros intentos
sistemáticos de estudiar el comportamiento humano. Las ciencias
sociales —que incluyen, entre otras a la jurisprudencia,
la historia,
la filología,
la sociología y, desde luego, a la antropología— comenzaron
a desarrollarse en esta época.
Por otro lado, la reacción romántica contra el
movimiento ilustrado —que tuvo su corazón en Alemania— fue el contexto en el
que filósofos como Herder y, posteriormente, Wilhelm
Dilthey, escribieron sus obras. En ellas se puede rastrear el origen
de varios conceptos centrales en el desarrollo posterior de la antropología.
Estos movimientos intelectuales en parte lidiaron
con una de las mayores paradojas de la modernidad:
aunque el mundo se empequeñecía y se integraba cada vez más,
la experiencia de la gente del mundo resultaba más atomizada y dispersa.
Como Karl Marx y Friedrich
Engels observaron en la década de 1840:
Todas las viejas industrias nacionales, han sido o
están siendo destruidas a diario. Son desplazadas por nuevas industrias, cuya
introducción, se convierte en un tema de vida o muerte para las naciones
civilizadas, por industrias que no trabajan sólo con materias primas locales,
sino también, con materias primas traídas de los lugares más remotos;
industrias cuyos productos, no son consumidos solo por la población local, sino
también por gente de todo el globo. En lugar de las antiguas demandas de
consumo, satisfechas por la producción del país, encontramos nuevas
necesidades, requiriendo para su satisfacción, productos de lugares y climas
distantes. En lugar del antiguo aislamiento nacional y la auto-suficiencia,
tenemos relaciones en todas las direcciones, interdependencia universal de naciones.
Irónicamente, esta interdependencia universal, en
vez de llevar a una mayor solidaridad en la humanidad, coincidió con el aumento
de divisiones raciales, étnicas, religiosas y de clase, y algunas expresiones
culturales confusas y perturbantes. Éstas son las condiciones de vida que la
gente en la actualidad enfrenta cotidianamente, pero no son nuevas: tienen su
origen en procesos que empezaron en el siglo XVI y se aceleraron en el siglo
XIX.
Institucionalmente, la antropología emergió de
la historia natural (expuesta por autores
como Buffon) definida como un
estudio de los seres humanos, —generalmente europeos—, viviendo en sociedades
poco conocidas en el contexto del colonialismo.
Este análisis del lenguaje, cultura, fisiología, y artefactos de los
pueblos primitivos —como se los llamaba en esa época— era
equivalente al estudio de la flora y la fauna de esos lugares. Es por esto que
podemos comprender que Lewis Henry Morgan escribiera tanto una
monografía sobre La liga de los iroqueses, como un texto
sobre El castor americano y sus construcciones.
Un hecho importante en el nacimiento de la
antropología como una disciplina institucionalizada es que la mayor parte de
sus primeros autores fueron biólogos (como Herbert
Spencer), o bien juristas de formación (como Bachoffen, Morgan, McLennan).
Estas vocaciones académicas influyeron en la construcción del objeto
antropológico de la época y en la definición de dos temas cruciales para la
antropología a lo largo de su historia, a saber: la naturaleza del
cambio social en el tiempo y del derecho (analizado bajo la forma delparentesco)
y los mecanismos de herencia.
Dado que los primeros acercamientos de la
antropología institucional tendían a extender los conceptos europeos para
comprender a la enorme diversidad cultural de otras latitudes no europeas, se
incurrió en el exceso de clasificar a los pueblos por un supuesto grado de
mayor o menor progreso. Por eso, en esos primeros tiempos de indagación etnográfica,
productos de la cultura material de naciones «civilizadas» como China, fueron exhibidos en los museos
dedicados al arte, junto a obras europeas; mientras, que sus similares deÁfrica o
de las culturas nativas de América se mostraban en los museos de historia
natural, al lado de los huesos de dinosaurio o los dioramas de paisajes
(costumbre que permanece en algunos sitios hasta nuestros días). Dicho esto, la
práctica curatorial ha cambiado dramáticamente en años recientes, y sería
incorrecto ver la antropología como fenómeno del régimen colonial y del chovinismo europeo,
pues su relación con el imperialismo era y es compleja.
La antropología continuó refinándose de la historia
natural y, a finales del siglo XIX, la disciplina comenzaba a cristalizarse —en
1935, por ejemplo, T.K. Penniman escribió
la historia de la disciplina titulada 100 años de la Antropología—.
En esta época dominaba el «método comparativo», que asumía un proceso evolutivo
universal desde el primitivismo hasta la modernidad; ello calificaba a
sociedades no europeas como «vestigios» de la evolución que reflejaban el
pasado europeo. Los eruditos escribieron historias de migraciones
prehistóricas, algunas de las cuales fueron valiosas y otras muy fantásticas.
Fue durante este periodo cuando los europeos pudieron, por primera vez,
rastrear las migraciones polinésicas a través del océano Pacífico. Finalmente, discutieron la
validez de la raza como
criterio de clasificación pues decantaba a los seres humanos atendiendo
caracteres genéticos; pese a coincidir el auge del racismo.
En el siglo XX,
las disciplinas académicas comenzaron a organizarse alrededor de tres
principales dominios: ciencia, humanismo y las ciencias sociales. Las ciencias,
según el falsacionismo dogmático e ingenuo, explican fenómenos naturales con
leyes falsables a través del método experimental. Las humanidades proyectaba
el estudio de diversas tradiciones nacionales, a partir de la historia y
las artes. Las ciencias
sociales intentan explicar el fenómeno social usando métodos
científicos, buscando bases universales para el conocimiento social. La
antropología no se restringe a ninguna de estas categorías.
Tanto basándose en los métodos de las ciencias naturales, como también creando nuevas
técnicas que involucraban no sólo entrevistas estructuradas sino la consabida
«observación participante» desestructurada, y basada en la nueva teoría de la evolución a través de
la selección natural, propusieron el estudio
científico de la humanidad concebida como un todo. Es crucial para este estudio
el concepto de cultura. La cultura ha sido definida en la antropología de las
formas más variadas, aunque es posible que exista acuerdo en su
conceptualización como una capacidad social para aprender, pensar y actuar. La
cultura es producto de la evolución humana y elemento distintivo del Homo sapiens y,
quizás, a todas las especies del género Homo,
de otras especies, y como una adaptación particular a las condiciones locales
que toman la forma de credos y prácticas altamente variables. Por esto, la
«cultura» no sólo trasciende la oposición entre la naturaleza y la
consolidación; trasciende y absorbe peculiarmente las distinciones entre
política, religión, parentesco, y economía europeas como dominios autónomos. La
antropología por esto supera las divisiones entre las ciencias naturales,
sociales y humanas al explorar las dimensiones biológicas, lingüísticas,
materiales y simbólicas de la humanidad en todas sus formas.
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